En el corazón de los Andes, donde la cosmovisión se entrelaza con la naturaleza, existe una planta humilde pero poderosa: la Ruda (Ruta graveolens). Más allá de su aroma distintivo y su uso en la medicina tradicional, la ruda es reverenciada por sus profundas propiedades mágicas, siendo un elemento esencial en rituales ancestrales que buscan armonía, protección y purificación.
Desde tiempos inmemoriales, las comunidades andinas han reconocido en la ruda un vínculo con lo espiritual. Su presencia en huertos y jardines no es solo ornamental; es un escudo invisible contra las malas energías, la envidia y los "malos ojos". Se dice que la ruda es una "planta que ve", capaz de detectar y disipar vibraciones negativas, transformando el ambiente y brindando paz a quienes la poseen.
Protección y Limpieza Energética: Es quizás su propiedad más reconocida. La ruda se utiliza en sahumerios, baños y limpias para purificar personas y espacios de energías estancadas o negativas. Se cree que su fuerte energía "barre" lo indeseable, dejando un aura de frescura y renovación.
Atracción de la Buena Suerte y Prosperidad: Contrario a su fama de "quita-mal", la ruda también es una potente imán para la fortuna. Colocada estratégicamente en el hogar o negocio, o llevada como amuleto, se busca que atraiga la abundancia y la prosperidad.
Sanación Espiritual: En rituales de sanación, la ruda se emplea para aliviar dolencias que tienen un origen energético o espiritual, como el susto o el espanto, devolviendo el equilibrio al cuerpo y al alma.
Clarividencia y Sueños Proféticos: Algunas tradiciones sugieren que la ruda puede potenciar la intuición y la percepción extrasensorial, facilitando sueños premonitorios o una mayor comprensión del mundo espiritual.
El solsticio de invierno en el hemisferio sur, celebrado con la milenaria fiesta de San Juan, es un momento de profunda significación en los Andes. Es una noche mágica donde el fuego, el agua y las plantas medicinales se unen en rituales de renovación y purificación. La ruda, por supuesto, ocupa un lugar central en estas celebraciones.
En las vísperas y durante la noche de San Juan (generalmente el 23 de junio), es común ver a las familias andinas encender hogueras. No solo para calentar la fría noche, sino como un elemento purificador. La ruda, junto con otras hierbas como el romero o la retama, es arrojada al fuego. El humo resultante se convierte en un vehículo para limpiar las malas energías acumuladas durante el año, para alejar los pesares y para dar la bienvenida a un nuevo ciclo con renovada esperanza.
Además, los "baños de florecimiento" con ruda y otras hierbas son populares en esta fecha. La gente se sumerge en aguas infusionadas con estas plantas, buscando no solo una limpieza física sino una purificación espiritual que los prepare para recibir las bendiciones del solsticio.
La ruda es más que una planta; es un símbolo de resistencia cultural y espiritual en los Andes. Su aroma penetrante nos recuerda la profunda conexión entre el ser humano y la Pachamama, y su poder mágico sigue siendo una fuente de consuelo, protección y esperanza para quienes creen en su ancestral sabiduría.
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